lunes, 13 de abril de 2009

Juárez Salinas Felipe
Planeación y Organización de Empresas Editoriales
Careaga Covarrubias Hilda Virginia
14 de abril de 2009

UNA SEMANA DE VENTAS Y DE FE

Don Mariano vuelve a mirar el reloj, de nuevo son las 9am de un domingo que no es cualquiera, termina rápido su desayuno se limpia los bigotes gruesos como escobeta y se dirige más motivado que otros días, al mismo lugar de siempre, su mismo cajón, la misma ropa para vender y lugar perpetuo desde hace más de 60 años, la plaza del centro de Iztapalapa en la ciudad de México.

Playeras, suéteres, pantalones entubados, bombachos, de campana, de media campana y de “pata de elefante” camisas, chalecos y chamarras. Esa es la mercancía que con tanto afán y recelo don Mariano guarda en el par de bolsones negros que tiene junto a la puerta de su pequeño cuarto en la calle de Barrio San Lucas #213.

De aspecto corvo, con dientes enmohecidos por la falta de aseo, de cara redonda y férreas facciones, su mentón sobresale y opaca la firmeza de su nariz, no más del 1.65 pero con gran presencia y bien vestido con su “playera de la suerte” con el escudo del equipo de sus amores, “las chivas rayadas del Guadalajara”. De tez morena y curtida por el nada piadoso sol de primavera, sus ojos expresivos y apiñonados se cubren con las cejas cuasi blancas que aun conserva.

Don Mariano tiene prisa y no es para menos, “hoy comienza la semana mayor”, la semana santa, los feligreses llenan el centro iztapalapense y sus alrededores para ver como cada año, la representación de la “pasión de nuestro señor” de Cristo.

Para don Mariano esta fecha es la más importante del año pues “es cuando más se vende, más que en diciembre” pero también es “cuando más cerca siento a nuestro señor”.
Mientras acomoda el puesto de varilla oxidada y pide de almuerzo las enchiladas que tanto le gustan, poco a poco contempla como sus compañeros empiezan a llenar la plaza que tanto quiere.
Ya llegó don Chucho y Doña Carmen, todos comerciantes y cristianos como el dice, los años no parecen pesarle a don Mariano y con ímpetu y gritos invita a las “marchantas” a pasearse por todo su “puestecito”, -pase reina, que le damos, hay de todo para todos, niños, jóvenes y los que le siguen-.

La ropa de don mariano se vende mejor que otros días y el no puede ocultar sus felicidad, va poco más de media mañana y ya saco la venta del día.
Se persigna como buen cristiano y agradece a los compradores, “que tenga buena mano” le dice a cada uno como si cada uno fuera el primero, o al menos eso dice a cada comprador.
Ya son la una de la tarde y repican las campanas de la iglesia, aquella catedral que don Mariano jamás aprendió como se llamaba en realidad, solo sabe que es la del centro, es la “catedral y ya”. El repicar de las campanas le indica la hora de comer y sabe que se acerca el comienzo de “la pasión”.

La comida esta servida en una improvisada mesa dentro de su pequeño techo de varillas y ropa, el calor no le aflige, al menos por ahora. Don Mariano come y comparte con don Chucho y Doña Carmen sus mejores amigos y dentro de la charla quedan en cerrar en dos horas pues quieren ver completa la representación.

“Hoy comienza la semana mayor y tenemos que ver como llega el señor, pero faltan los ramos habrá que salir por ellos”, dice impaciente don Mariano a sus amigos al paso que recoge lo que quedo de la estupenda comida que lo sació.

Ya son casi las tres y ahora hubo menos suerte, después de comer don Mariano solo pudo vender un par de playeras más, aquellas que un grupo de chicos compro regateando el precio y que don Mariano accedió a dejar en $100 cada una con tal de que “ya salieran, porque las tengo desde noviembre pasado”.

Por fin la tres y con afán don Mariano guarda toda su mercancía metiéndola de nuevo en el par de bolsones negros de siempre. Con premura alcanza a sus amigos en una de las calles de la plaza iztapalapense, su casa esta apenas a unas calles y corriendo invita a sus amigos a dejar “un ratito” la mercancía de todos en su casa, sus amigos acceden.

Pronto los tres amigos, doña Carmen, don Chucho y Don Mariano se enfilan al entronque entre la avenida Ermita Iztapalapa y Javier Rojo Gómez en donde una multitud ya los espera, por un momento la calles de Iztapalapa se transforman en un Nazaret “mexicano” con Jesús a la cabeza entrando triunfal en las calles del centro delegacional.

A este Jesús que don Mariano y sus amigos contemplan conmovidos no sólo lo protegen y lo vitorean sus apóstoles y sus feligreses, también es custodiado por un fuerte dispositivo de policías preventivos encargados de la seguridad de la “la pasión en Iztapalapa”.
Don Mariano no puede ocultar sus lágrimas pues cada año, sólo espera estas fechas para repetir y repetir lo que ya conoce de memoria, la celebración tan famosa del viacrucis de Jesucristo en Iztapalapa.

El Jesús de este año trata como puede, según don Mariano de igualar o mejorar a los demás “dioses” que ha visto durante más de 60 años, pero ninguno “le llegara jamás a la grandeza de nuestro señor”, mientras sus entrañables amigos al igual que él agitan el par de palmitas que compraron en “la bola” para recibir al que viene en nombre de dios, don Mariano hace un alto para reflexionar lo que significa estas fechas para él.

“Dios mejor que nadie sabe lo que he vivido desde siempre en este lugar, mi esposa murió, mis hijos viven en Guadalajara, allá hicieron su vida y yo soy feliz con sus escazas llamadas, solo me queda mi ropa y mi fe, es lo único que tengo”.

El Jesús de este 2009 no sólo representa una tradición de todo un pueblo, representa también para don Mariano, esperanza fe y porqué no, ventas y más ventas. “diosito lo entiende y le gradezco que me ayude esta semana que es la mejor para mí cuando lo siento más cerca y cuando vendo más”.

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